AMIGOS:
Quienes creemos quela Paz sólo se construye en base a la justicia, celebramos
hoy la vigilia en espera del Informe Final de la Comisión de la verdad y
Reconciliación, a pesar de todas las campañas en su contra, fundamos nuestra
esperanza en nuestro compromiso activo con la construcción de un Perú digno,
solidario y reconciliado con sus propia historia, por ello dispuesto a cambiar
las estructuras de dominación que lo aherrojan desde dentro, y desde mucho
antes. Va un artículo para la reflexión.
Imelda Vega-Centeno, Lima.
PURIFICAR LA MEMORIA: RECONCILIARNOS CON LA VERDAD
por: P. Manuel Díaz Mateos S.J en : "El
Comercio", lunes 25 de agosto del 2003.
De los gestos más sorprendentes del Santo Padre con ocasión del Jubileo 2000
fue la petición pública de perdón, en nombre de toda la Iglesia, por todas
"las formas de antitestimonio y de escándalo" de sus hijos. Según el
Papa, un punto especial por el que pedir perdón y abrirnos al arrepentimiento
es "la aquiescencia manifestada, especialmente en algunos siglos, con
métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad... y
la falta de discernimiento, que a veces llega a ser aprobación, de no pocos
cristianos frente a la violación de fundamentales derechos humanos por parte de
regímenes totalitarios" (TMA 35-36). De esta manera animaba a toda la Iglesia
a la "purificación de la memoria" de todos los "errores,
infidelidades, incoherencias y lentitudes" del pasado, y comenzar el nuevo
milenio con "un acto de lealtad y de valentía", es decir, con un acto
de verdad que nos puede liberar y salvar.
Aunque el Jubileo 2000 está ya un tanto lejano, nunca es tarde para revivir, en
el Perú, el espíritu del Jubileo, sobre todo en este hito importante de nuestra
historia que representa la entrega del Informe final de la Comisión de la
Verdad y de la Reconciliación. Magnífica ocasión para purificar la
memoriapersonal y colectiva y emprender juntos, con valentía, el camino de la
democracia y de la institucionalidad que el Perú está iniciando.
Verdad y Reconciliación, dos palabras para definir un Informe que muchos lamentan
y critican, por ignorancia o por mezquinos intereses no confesados, pero que
representan dos pilares sobre los que debemos construir nuestra historia. La
memoria representa la identidad de una persona o de un pueblo. Una persona sin
memoria está perdida y desorientada y un pueblo sin memoria está condenado a
repetir los errores de siempre.
No es fácil, sin embargo, el recuerdo de los momentos dolorosos. Se requiere
coraje y valor para aceptarlos, asumirlos y sólo así- redimirlos para construir
juntos un país nuevo. La publicación del Informe nos puede ayudar a asumir como
país nuestras rupturas históricas: la indiferencia con la que, desde la ciudad,
no quisimos ver lo que ocurría en el campo; el racismo solapado que nos impidió
protestar a tiempo ante las atrocidades cometidas por unos y otros; la
discriminación que nos hizo mirar de reojo y con miedo a gentes pobres de nuestro
propio país; la cobardía que nos escondió en nuestros hogares en vez de salir a
las calles para alzar la voz contra la insanía del terror. El Perú ha sufrido y
aún sufre violencia y todos, de modos y grados diversos, hemos contribuido y
contribuimos a ella. Y esa es la primera verdad que tenemos que aceptar.
Por eso, a quien aún se pregunta ¿con quién me debo reconciliar?, la respuesta
es clara: con nosotros mismos, con las más pobres de nuestro país, con nuestra
historia reciente para que ésta no vuelva a repetirse. Y en esta tarea, la
Iglesia debe ocupar un lugar central. Reconciliarnos con esta verdad de nuestra
historia que a todos nos duele abrirá caminos de esperanza a todo el Perú.
No cometamos, pues, un nuevo error: esta vez la de no querer escuchar lo que el
Informe nos pueda revelar. Tenemos una nueva oportunidad de crecer juntos como
país si somos capaces de asumir con valor, el dolor. La verdad que se nos
descubrirá no es absoluta, cierto; ninguna verdad humana lo es. Pero más que de
escuchar la verdad se trata de hacer juntos una nueva verdad: la de un país
diferente, de gentes iguales, de respeto a los derechos de todos; es decir, una
verdad que integra, reconcilia y une a todos los que formamos una sola familia.
Y puesto que comenzamos con una referencia al Papa Juan Pablo II, queremos
terminar también recordando el título de su mensaje para la Jornada mundial de
la paz en 1999: "El secreto de la paz verdadera reside en el respeto de los
Derechos Humanos". En dicho Mensaje el papa recordaba la verdad
fundamental de la dignidad de la persona humana, negada de múltiples formas en
nuestro país. Por eso, si queremos construir un país en el que la experiencia
pasada no se repita jamás, debemos aceptar como norma de vida que "ninguna
ofensa a la dignidad humana puede ser ignorada, cualquiera que sea su origen,
su modalidad o el lugar en que sucede... El reconocimiento de la dignidad
innata de todos los miembros de la familia humana, así como la igualdad y la
inalienabilidad de sus derechos, es el fundamento de la libertad, de la justicia
y de la paz en el mundo" (Mensaje
2 y 3).