El
nuevo paradigma: la guerra infinita
Leonardo
Boff
El sociólogo francés Alain
Touraine que ama mucho a Brasil y que ha adoptado a América Latina como la
patria de su corazón, sostiene en su reciente libro, Un nuevo paradigma:
para entender el mundo de hoy (Paidós 2005), una tesis intrigante que en
cierta forma nos permite entender la violencia, en realidad la guerra
terrorista entre palestinos e israelíes que se está llevando a cabo en el
Líbano.
La tesis que él propone es que
después de la caída del muro de Berlín y de los atentados del 11 de
septiembre de 2001 empezó rápidamente una desintegración de las sociedades,
dominadas por el miedo e impotentes ante el terrorismo.
Estaríamos asistiendo al paso de
la lógica de la sociedad a la lógica de la guerra. La potencia hegemónica,
Estados Unidos, ha decidido no resolver más los problemas por la vía
diplomática y por el diálogo sino por la intervención y por la guerra,
llevada, si fuera preciso, a cualquier parte del mundo.
Esta estrategia posee su lógica. Se
enmarca dentro de la actual dinámica de la globalización
económico-financiera, que no quiere saber de ningún control o regulación
social y política. Exige campo abierto para hacer la guerra de los
mercados. Ha separado totalmente la economía de la sociedad, ve los
estados-naciones como trabas, procura reducir el estado, difamar a la clase
política y pasar por encima de los organismos de representación mundial
como la ONU. Esta disolución de las fronteras ha acarreado la fragmentación
de lo que constituye la sociedad. Peor aún, ha invalidado la base política
y ética del sueño de una sociedad mundial, tan querida de los
altermundialistas, que cuidase de los intereses colectivos de la humanidad
como un todo y que tuviese un mínimo de poder central para intervenir en
los conflictos y dinamizar los mecanismos de la convivencia, de la paz y de
la preservación de la vida.
Esta desocialización es
consecuencia de la globalización económico-financiera que encarna el
capitalismo más extremo con la cultura que lo acompaña. Ésta implica la
segmentación de la realidad, con la pérdida de la visión del todo, la
exacerbación de la competitividad en detrimento de la cooperación
necesaria, el imperio de las grandes corporaciones privadas con poquísimo
sentido de responsabilidad socioambiental y la exaltación del individuo
ajeno al bien común.
El mundo está en franco retroceso.
La sociedad actual no se explica ya, como quería la sociología clásica, por
factores sociales, sino por fuerzas impersonales y no sociales como el
miedo colectivo, el fundamentalismo, el terrorismo, la balcanización de
vastas regiones de la Tierra y las guerras cada vez más terroristas, por
convertir en víctimas a poblaciones civiles.
Este escenario mundial dramático
explica por qué ninguna instancia política mundial tiene capacidad
reconocida ni fuerza moral suficiente para poner fin al conflicto
palestino-israelí que está convirtiendo el Líbano en una ruina. Asistimos
impotentes a la tribulación de la desolación de un sinnúmero de víctimas
inocentes, de millares de refugiados y a la irracional destrucción de toda
la infraestructura de un país que acababa de reconstruirse de la guerra
anterior. Eso es terrorismo.
Si, impotentes, no sabemos qué
hacer, procuremos por lo menos entender la lógica de esta violencia. Ella
es fruto del tipo de mundo que hemos decidido construir en las últimas
décadas basado en la pura explotación de los recursos de la Tierra, en la
producción y el consumo ilimitados, en la falta de diálogo, tolerancia y
respeto por las diferencias.
Un mundo así sólo puede llevarnos
a la desocialización y a la guerra sin fin.
16/8/06
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