DISCURSO DEL P. MARCO ARANA ZEGARRA CON OCASIÓN DEL PREMIO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS “ANGEL ESCOBAR JURADO”

Estimados Amigos y Amigas:

Recibo el Premio Nacional de Derechos Humanos "Ángel Escobar Jurado" con humildad, alegría y gratitud y en un momento en el que Mons. Dammert, que se regocijaría con este reconocimiento, atraviesa problemas de salud de los cuales todos esperamos se recupere pronto.

Grande es mi sorpresa por esta premiación. Lo agradezco en nombre de todo mi pueblo, de mis compañeros sacerdotes Segundo y Francisco, de mis compañeros de trabajo en GRUFIDES y ECOVIDA y de manera especial en nombre de los campesinos que afirman su ciudadanía luchando pacíficamente por su derecho al agua y su salud en un país que sigue ignorándolos y excluyéndolos.

Recién ordenado sacerdote (1990) fui enviado por Mons. José Dammert Bellido, el ilustre obispo de los pobres, a trabajar en la parroquia rural de Porcón (1990-1994). Allí debí aprender a acompañar a ese pueblo pobre en su lucha por defender sus derechos a la propiedad, la tranquilidad pública y el agua limpia. En 1992, llegaron los primeros mineros a Cajamarca haciendo un impresionante derroche de medios de seguridad: convoyes de personal armado circulando por las carreteras de Porcón desplazándonos a un lado de la vía a todos los que circulábamos por ella. [1]

En las partes altas de las comunidades, los funcionarios encargados de las compras de las tierras colocaban a desconcertados campesinos ante la incomprensible disyuntiva: “o vendían sus tierras a cien nuevos soles la hectárea o les expropiaban” . [2] Una aplicación arbitraria de la Nueva Ley de Minería lo permitía porque “la ley es la ley”. Decenas de familias campesinas fueron víctimas de esa amenaza, pero otras decidieron defenderse y encontraron en mi parroquia el soporte para hacerlo. [3] La tarea pastoral que Mons. Dammert nos había encargado no era sólo el anuncio doctrinal, sino la práctica del mandamiento del amor traducido en fraternidad y solidaridad concreta para con los pobres. El grupo de jóvenes sacerdotes que trabajamos en esta opción pastoral en la Diócesis de Cajamarca teníamos muy claro las palabras de Santiago: “Quien dice que ama a Dios a quien no ve y no ama a su hermano a quien sí ve es un mentiroso”. La defensa de los derechos humanos de los más pobres no nos alejaba de nuestra misión pastoral sino que la confirmaba. En la parroquia de Porcón, junto a la formación sacramental debimos comprometernos prontamente a luchar contra la violencia familiar que soportaban las mujeres y los niños de debido a la arraigada ideología machista cajamarquina; también debimos trabajar porque los niños y las madres tuvieran acceso adecuado y digno a los programas alimentarios de CARITAS, el PRONAA y algunas ONGs que actuaban en el medio; o porque en las postas médicas los campesinos fueran tratados con dignidad y respeto; y no menos importante trabajar para que los jóvenes campesinos tuvieran acceso a la educación secundaria y por ello creamos el Colegio Parroquial “Cristo Ramos” de Porcón que acogió a jóvenes sin discriminación religiosa o de cualquier otra índole.

Con el transcurrir de los años, los problemas relacionados con violaciones de derechos humanos se hicieron más hondos y agudos en la zona por la presencia de Minera Yanacocha. En la primera intervención en favor de los derechos humanos de los campesinos afectados por actividades mineras estuvo la lucha por la defensa de la propiedad de la tierra de los campesinos del Quilish (años 1993-1994). Después de que las vías de diálogo con la empresa fracasaran apoyamos una denuncia contra Minera Yanacocha ante la IV Fiscalía Provincial, que gracias al CEAS logró tener repercusión nacional, debido a ello, los funcionarios mineros fueron obligados a someterse a un proceso de diálogo y negociación que terminó en el salón parroquial cuando la empresa reconoció que debía pagar indemnizaciones por daños contra la propiedad, y finalmente comprendieron que debían pagar precios más altos por las tierras (de cien nuevos soles se pasó a dos mil, tres mil y más nuevos soles). [4] Aún cuando quedan decenas de familias campesinas que en otras comunidades siguen reclamando porque la empresa minera les devuelva tierras o les pague precios justos, lo cierto es que, de este primer conflicto los campesinos aprendieron a proteger y ejercitar sus derechos, pero los funcionarios mineros no supieron captar lo esencial: si querían hacer minería debían asumir que los campesinos no son un estorbo para sus planes de expansión minera, tampoco son las rémoras que impiden la modernidad y el progreso económico, sino ciudadanos que como cualquier otro peruano tienen derecho a defender su propiedad, su derecho al acceso y uso del agua, su tranquilidad pública, sus usos y costumbres y finalmente su derecho a vivir en un ambiente sano y saludable. Respeto y reconocimiento era lo que se ha venido reclamando y eso ha sido precisamente lo que la empresa minera ignoró por años, limitándose a dar regalos, oportunidades de trabajo a las autoridades campesinas que aprobaran el “certificado de buena conducta” a condición de que hubiera cero reclamos, cero oposición. Debido a ello, se instaló un falso clima de buena vecindad que la oficina de comunicaciones y de relaciones externas de Yanacocha se encargó de vender a todo el país. [5]

Habiendo participado todos estos años de los conflictos existentes entre las comunidades campesinas y la Empresa Minera Yanacocha, y habiendo sido testigo de las innumerables muertes de truchas en los ríos del sistema hídrico que afectan las operaciones mineras, y por desgracia también testigo de los infaustos sucesos de Choropampa donde más de mil campesinos fueron intoxicados por el derrame de mercurio en junio del año 2000, puedo decir que la causa fundamental de todos estos conflictos radica en el desconocimiento de los derechos y la negación de la ciudadanía de los campesinos, y en general de las poblaciones del Perú profundo. Allí está por ejemplo, una legislación minera que basándose en el precepto constitucional de que los recursos naturales son del Estado, permite que funcionarios del Ministerio de Energía y Minas, terminen entregando en un escritorio de San Borja en Lima cientos de concesiones mineras en territorios habitados, sin consultar a las autoridades locales ni menos a los humildes agricultores y ganaderos que ancestralmente han venido viviendo en esas zonas calificadas “técnicamente” como “inhóspitas”, “no aptas para la agricultura” sin contemplar el hecho de que estas poblaciones debieran ser informadas y consultadas previamente sobre la decisión de un Estado que decide entregar el subsuelo a las empresas mineras. La distinción misma de propiedad de suelos y subsuelos, resulta aún incomprensible para los campesinos, y la norma que sirve para justificar que el proceso es público y transparente porque se publica en el Diario oficial El Peruano y en un diario oficial local resultan irrisorias para la mayoría de las poblaciones rurales que son analfabetas; no están acostumbradas a leer diarios que por lo demás solo se venden en las ciudades y cuestan el equivalente del dinero que necesitarían para un día del pan de toda la familia.

En estos años de diversos conflictos mineros en el país, que en Tambogrande, Majaz y Pulán han cobrado víctimas entre los líderes de las comunidades y daños contra la propiedad privada de las empresas mineras, han sido muchos los que han querido explicar los conflictos en términos simplistas diciendo que se trataba de “campesinos borrachos a los que un cura rojo y ONGs internacionales reparten alcohol y dinero para manipularlos” . Otros, creyendo que el Perú es Lima y propiedad de los empresarios mineros no han sentido vergüenza para escribir que los cajamarquinos no tenemos el derecho “de privar a todo el Perú de las riquezas que, si bien están ubicadas en Cajamarca pertenecen a todos los peruanos” , y hasta hubo un caricaturista que ilustró ese artículo en un prestigioso diario de la capital con la figura de un perro bravo que tenía bajo sus patas dos lingotes de oro. ¡Qué falta de respeto!, ¡cuánta ofensa y distancia hay entre las poblaciones del Perú Profundo y algunos líderes de opinión, muchos empresarios mineros, algunos políticos y algunos periodistas! Nuestro país necesita, sin duda, ser reconciliado.

Pero, por fortuna el Perú está cambiando, todos los que apostamos por la democracia tenemos una esperanza y nos esforzamos por construir un Perú equitativo, sin exclusiones y por fin reconciliado. Un país que no clasifique a sus ciudadanos en categorías de primera, segunda o tercera categoría, sino un país de ciudadanos plenos, desde Ilave hasta Cajamarca, desde Lima hasta Iquitos, desde Tacna hasta Piura. En Cajamarca, tuvimos el atrevimiento de considerar que el desarrollo no solo consiste en el crecimiento económico que traía consigo la minería, sino de exigir que efectivamente se respeten los derechos fundamentales a la vida, la salud, la educación, el trabajo. También por fortuna, al igual que en todo el país, en Cajamarca no somos pocos, los artesanos de la paz y la justicia social, y los habemos ciudadanos de las urbes y del campo, empresarios locales que aprendieron las lecciones de la década de la violencia, algunos funcionarios públicos que no ven el Estado como botín y cristianos y no cristianos que comparten el mismo objetivo de ver algún día nuestro país como un lugar en el que la justicia y la paz germinan y crecen.

Los cajamarquinos somos gente de paz, si nos levantamos contra los abusos de la empresa minera fue porque no queríamos un día más de dignidad pisoteada y de vivir en la ilusión de un falso bienestar que solo alcanza a los pocos privilegiados de la empresa minera. Los cajamarquinos que nos dimos la mano en la lucha del Quilish, no solo vimos amenazadas nuestras aguas sino también nuestro bienestar social, ya que si bien es cierto que el crecimiento del PBI en los últimos años a nivel regional ha crecido a un ritmo sostenido promedio de 7%, superior al promedio de Lima, debido a las actividades mineras, este crecimiento no se condice con el incremento de la desnutrición crónica de nuestros niños que, según el PNUD en el periodo de 1996 al 2000 pasó de 38.7% al 42.8%. Tener la mina de oro más importante de América Latina operando con los costos de producción más bajos del mundo sólo enorgullece a los que se llevan las enormes ganancias, pero para los cajamarquinos la pobreza y la contaminación duele y duele hondo. Más aún cuando las políticas del gobierno se han esmerado en promover la minería, desatendiendo a los productores del campo, en una región que hoy la denominan “minera”, olvidando que más del 70% de su población es rural, por tanto agrícola, ganadera y artesana.

Los conflictos del Quilish sirvieron para dar cuenta de que en Cajamarca, la minería, como hace 500 años ha seguido siendo lugar de desencuentros, en una historia que se ha resistido a cambiar. La lucha pacífica que iniciaron los campesinos el tres de setiembre y que luego logró la solidaridad de todo el pueblo para defender el Quilish, que es verdad tuvo sus heridos y detenidos y una masacre policial en el sufrido pueblo de Choropampa que debe investigarse, [6] ha sido una lucha que puede cambiar la historia de la minería y de la agricultura en nuestro país. Cómo y por dónde comenzar es una tarea que se nos ha abierto hacia delante, pero ello no ocurrirá:

- Si nuestras más altas autoridades siguen de espaldas a la realidad, discutiendo temas irrelevantes y los ministerios siguen siendo simples oficinas de trámites burocráticos de las empresas mineras. Reformar la legislación minera, la de inversión privada y de aguas para hacerlas compatibles con una reivindicación del Código del medio ambiente y la independización y unificación del sistema nacional ambiental en el marco del proceso de regionalización y descentralización con promoción del agro es una tarea titánica pero urgente. De lo contrario, las amenazas más importantes a la gobernabilidad y la institucionalidad democrática por el lado del estallido de conflictos mineros no vendrán de fuera del Estado y del gobierno, sino desde sus propias entrañas.

- Si los empresarios mineros solo siguen viendo las montañas de los andes como tajos abiertos de donde sacar más oro, y mirando a los campesinos como “supersticiosos”, “defensores de apus”, “manipulables”, “borrachos y analfabetos”, “utilizados por políticos y ONGs”, y negando a los campesinos y a las poblaciones provincianas el ejercicio de su ciudadanía y la legitimidad de sus reclamos. Está en manos de los empresarios mineros contribuir a cambiar la historia narrada por Manuel Scorza en su Redoble por Rancas y contribuir a reconciliar el país desde un ejercicio social y ambientalmente responsable de la actividad minera.

- Si nuestros políticos, líderes de opinión y comunicadores solo se rasgan las vestiduras cuando el Perú Profundo arde y solo es reconocido cuando afirma: “Paro, luego existo” [7] como decía un titular del Diario La República. Debe cesar la actitud farisaica de rasgarse las vestiduras, por una supuesta estabilidad jurídica cuando ésta favorece a los grande intereses de las empresas mineras y la inversión privada, y callan con complicidad ante las múltiples derogatoria de artículos del Código del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales del Perú que terminó hecho pedazos por la ley de promoción de la inversión privada y fue pulverizado el sistema nacional de gestión ambiental. Armonizar la inversión privada, y la ley de minería con los derechos sociales y ambientales de los pueblos es una tarea que ninguno de nuestras autoridades y representantes en el Congreso, las municipalidades y gobiernos regionales deben eludir.

Señores de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, sabiendo que en cierto modo el equipo de jóvenes profesionales de GRUFIDES y de ECOVIDA, así como todos los que acompañaron al pueblo de Cajamarca y a sus organizaciones en su justa lucha, el P. Gastón Garatea, los miembros de la propia Coordinadora de DD.HH., la Red Muqui, la Defensoría del Pueblo, FEDEPAZ, LABOR, COOPERACCION, Oxfam América, los congresistas cajamarquinos y tanto otros, recibimos con alegría el premio de Derechos Humanos "Ángel Escobar Jurado", que nos recordará siempre con el evangelio que “si el grano de trigo muere lo hace para fructificar”.

Se trata de un importante reconocimiento en el camino, inesperado por cierto, pero que nos invita a continuar en las jornadas que avisoramos ayer y que nos esperan mañana. Que el buen Dios siga protegiendo a los cajamarquinos, que el Estado sirva para los fines que la Constitución le asigna, que los empresarios mineros no se desatiendan de la su nueva hora, de su nueva responsabilidad.

Muchas gracias.

Lima, 10 de diciembre de 2004.


[1] Cientos de camionetas de la mina circulaban por las carreteras y aún en la propia ciudad con circulinas de uso policial hasta el año 2001 en que las críticas de la población y las presiones de las autoridades municipales los obligaron a dejar de utilizar las circulinas.

[2] Los Ingenieros Julio Escalante y Esaul Sales fueron los protagonistas de dichos maltratos con los campesinos, el primero de ellos fue removido, mientras que el segundo sigue trabajando hasta ahora para Yanacocha a pesar de las múltiples quejas de los campesinos.

[3] Para tal efecto contamos con la asesoría legal de la Dra. Fresia Lezama Vigo y de la Comisión Episcopal de Acción Social – CEAS.

[4] Un estudio de este proceso en: ARANA Z., Marco. Resolución de Conflictos Medioambientales en la Microcuenca del Río Porcón, Cajamarca 1993-2002 . Tesis de Maestría en Sociología. PUCP, 2002.

[5] En Cajamarca, Minera Yanacocha auspicia casi todos los medios de comunicación escritos, radiales y televisivos y por lo menos publica tres revistas mensuales que difunden su imagen. Las imprentas más importantes publican materiales impresos de la mina y se sienten temerosas de publicar materiales que pudieran ser alternativos a la “línea oficial”.

[6] Los líderes de la defensa del Quilish han solicitado a la Coordinadora de Derechos Humanos la realización de una investigación acerca de la minería y las violaciones de derechos humanos en el Departamento de Cajamarca.

[7] Diario La República. 25 de noviembre de 2004.