La irresponsabilidad ambiental y social de Yanacocha. La empresa priorizó como estrategias: la billetera en mano y el uso perverso de los medios de comunicación

 

Por Marco Arana Zegarra

 

En 1993, Cajamarca recibió a Minera Yanacocha con los brazos abiertos. Las promesas de trabajo, canon minero, utilización de tecnologías limpias entusiasmaron a la inmensa mayoría de los cajamarquinos. ¿Quién podía poner en duda que, luego del aislamiento económico en que quedó el país por la desacertada política económica de Alan García, Yanacocha aparecía como la primera gran inversión extranjera significativa que devolvía al país la oportunidad de reinsertarse en la economía global?, si además se tiene en cuenta que ese año el país sufría el desangramiento de la violencia política y la crisis institucional del autogolpe de Estado del fujimorismo, la llegada de la inversión minera sólo podía ser percibida como el anuncio de nuevos tiempos para la economía nacional.

 

“Una voz grita sola en el desierto”

 

Cuando hacia fines de 1993 y a inicios de 1994, los campesinos denunciaron los abusos que los mineros venían cometiendo en los procesos de compras de tierras en la zona del Cerro Quilish y Combayo, las voces para defender los derechos de los campesinos fueron aisladas y vistas con cierta desconfianza. El denominado “boom” minero había embotado las mentes de las autoridades y neutralizado la acción responsable de los partidos políticos y las organizaciones sociales (incluidas ONGs) que asumieron acríticamente que la inversión privada era sinónimo de desarrollo y que la “nueva minería” era una minería ambientalmente “limpia”.

La voz de la Iglesia Católica que se había solidarizado con la defensa de los derechos de los campesinos sonaba como aislada “aguafiestas”, pero claramente profética y enérgica: “si no se colocan los mecanismos de redistribución que incluyan a los campesinos en los beneficios, la historia de la minería seguirá siendo aquella de explotación y miseria” eran las solitarias palabras de Monseñor Dammert en un artículo publicado por el Diario La República en 1994.

 

La defensa del Quilish como expresión de un malestar acumulado

 

Once años después (setiembre del 2004), Minera Yanacocha ha experimentado el peor rechazo de la población cajamarquina que, cansada de la soberbia, manipulación y mentiras de la empresa minera, se levantó para defender el Cerro Quilish y cuestionar el conjunto de las relaciones de la empresa minera con la comunidad. La costosa política de imagen institucional minera se vino al suelo como un castillo de naipes. Yanacocha, la empresa que había sido premiada en repetidas oportunidades como modelo de responsabilidad social y empresarial, quedó de pronto ante todo el país sin su máscara: su responsabilidad ambiental y social estaba siendo seriamente cuestionada por miles de ciudadanos cajamarquinos.

 

Lo peculiar del reclamo ciudadano fue que el cuestionamiento más severo no se dirigió contra la inversión privada, ni contra la minería en general, sino contra la irresponsabilidad ambiental y social de Minera Yanacocha que amenazaba la salud y la vida de los pobladores de las comunidades aledañas. Lo más importante fue que el cuestionamiento más radical y profundo fue planteado desde los más débiles del tejido social: los campesinos, que se sintieron amenazados por el avance descontrolado de las operaciones mineras sobre sus tierras, y sobre la escasez y la falta de garantías sobre la calidad de sus aguas. A esos reclamos, que la oficina de información de Yanacocha denominó reclamos aislados de un “grupo de campesinos borrachos azuzados por ONGs ambientalistas y un cura que les distribuye aguardiente”, se sumaron inmediatamente las protestas multitudinarias de la población urbana, trabajadora y estudiantil.

 

De manera reiterativa, los funcionarios de Yanacocha despreciaron la creciente protesta ciudadana e intentaron por todos los medios de deslegitimar la protesta ciudadana, señalando en diversos medios de comunicación que se trataba de una protesta que ponía en peligro la inversión privada, la minería y finalmente el desarrollo. La soberbia de los funcionarios mineros, seguía haciéndolos incapaces de mirar y responder adecuadamente a la compleja situación de descontento social y arriesgando salidas violentas que a lo largo de quince días de movilización ciudadana siempre estuvieron pendientes cual espada de Damocles.

 

La crisis del Quilish mostró que Yanacocha no había aprendido las lecciones de Choropampa

 

La primera vez que el rostro duro y fiero de Yanacocha se puso al descubierto en toda su magnitud fue con el derrame de mercurio en las localidades de San Juan, Choropampa y Magdalena (Junio 2000). Allí, en vez de evacuar a la población, como se les recomendó oportunamente en una reunión habida en el Obispado de Cajamarca, los funcionarios optaron por seguir exponiendo a la población al vapor del mercurio, sea porque no estaban conscientes ni preparados para asumir una emergencia de tal magnitud o porque, al final de cuentas, se trataba de campesinos, pobres y despreciables (“borrachos y manipulados”) a los cuales pagarles unos centavos para que recogieran el mercurio, sin accesorio alguno de protección, y pagar magras indemnizaciones resultaba más barato que disponer la evacuación masiva de la población y una cuidadosa limpieza.

 

La crisis del Quilish también puso en evidencia que Yanacocha no había aprendido las lecciones de Choropampa: las mismas personas que (mal) manejaron las relaciones con la población contaminada por el mercurio seguían siendo las voces autorizadas de la empresa minera. Y, si bien habían algunos rostros y voces nuevas de la empresa, estos no fueron para corregir errores, sino para ocultar evidencias y recuperar el terreno perdido utilizando dos estrategias: la billetera en mano o utilizando de manera perversa los medios de comunicación que mostraba a pobladores afectados que aparecían dando “gracias a Dios” a Yanacocha por haberlos ayudado durante la enfermedad del mercurio (sic.); pobladores que celebraban su fiesta patronal a los pocos días del derrame de mercurio bebiendo cerveza y jugando fulbito con premios donados por Yanacocha y por tanto agradecidos a la empresa. De otro lado, cuando cientos de pobladores protestaban tomando carreteras se les presentó mediáticamente como delincuentes que no sabían respetar la ley y el estado de derecho.

 

A pesar que, para Yanacocha los sucesos de Choropampa debieron ser una oportunidad para realizar el cambio organizacional que la dimensión y el acelerado crecimiento de sus operaciones exigía, los funcionarios mineros se negaron a aprender, y por tanto a realizar una adecuada gestión del cambio en profundidad: la inversión social empresarial siguió sometida a su política de marketing y utilizada bajo un perverso esquema de control social y no de desarrollo; tampoco los “nuevos” planes de contingencia y las “nuevas” medidas de seguridad llegaron a constituir cambios sustantivos en la gestión ambiental de la empresa.

 

El enfoque de la sola rentabilidad empresarial, divorciada de la responsabilidad ambiental y social fue el mayor error de la empresa

 

La búsqueda obsesiva de una competitividad empresarial no centrada en indicadores de responsabilidad ambiental y social empresarial, sino unilateralmente en indicadores económicos dejó contentos a los funcionarios mirando cómo día a día crecían las inmensas riquezas de la empresa: reducción de costos de producción, incremento de la producción total de oro, incremento de las ventas, ratio costo/beneficio, inversión/rentabilidad, etc.

 

Los premios autoconferidos por empresas o gremios “amigos” como CONFIEP a la excelencia ambiental, social y la competitividad de Yanacocha confirmaban que la empresa era la más responsable del ramo.

 

Entonces los funcionarios consideraron que el creciente descontento del pueblo de Cajamarca era un rumor del cual podía prescindirse, mientras contaban con que sus convenios con las autoridades locales eran suficientes para neutralizarlas o condicionarlas; de otro lado una caja chica bien nutrida podía seguir inundando de regalos a todos aquellos (personas o instituciones) que extendiesen la mano y que los funcionarios consideraran “aliados estratégicos”.

 

El Fondo de Inversión Social Los Andes, prometía dar dinero a cualquier proyecto que presentasen ONGs dispuestas a “portarse bien” con Minera Yanacocha. Las Oficinas de Desarrollo Rural, Comunicaciones y Relaciones de la empresa fueron convertidas en el Santa Claus local, y se dieron abasto suficiente para no perder ocasión alguna para financiar cuanta actividad local se presentase oportuna para redituar publicidad y generar supuestas adhesiones y socios: las fiestas de carnaval; los festivales deportivos, musicales y literarios; el apadrinamiento de fiestas y viajes de promoción; combustible para los vehículos de la policía; la construcción de templos católicos y evangélicos; el regalo de cuadernos, carpetas, castillos de fuegos artificiales, ropa deportiva o whisky a colegios profesionales o instituciones públicas que tuvieran la suerte que los funcionarios mineros calificaran como “aliados estratégicos” o, en el colmo del derroche y la ansiedad, llegaran a regalar una camioneta 4 x 4 para el campeonato de “fulbito cholo” con las comunidades aledañas al Cerro Quilish.

 

Yanacocha debe aprender a implementar verdaderas respuestas a problemas verdaderos

 

A lo largo de once años, los funcionarios de la empresa minera recibieron diversos reclamos y propuestas de la población para que pudieran resolver los problemas generados por sus impactos sociales y ambientales, pero paradójicamente siempre menospreciaron tales alcances, probablemente porque no consideraban que importantes sectores de la población cajamarquina merecían ser vistos y tratados como ciudadanos con derechos y responsabilidades.

 

Diversos fueron los mecanismos ensayados para que la empresa minera pudiera resolver los conflictos existentes con la comunidad, sin embargo en todos ellos el desempeño de los funcionarios de la empresa minera fue totalmente errado e ineficiente:

 

Los reclamos de los campesinos a quienes se les compró tierras a precios irrisorios de cien nuevos soles por hectárea, no se resolvió con indemnizaciones o canje de tierras sino creando un fondo de créditos rotatorios con lo cual terminaron quedándose sin tierras y convirtiéndose en deudores del fondo crediticio de Minera Yanacocha.

Las indemnizaciones a las personas intoxicadas por el mercurio se hicieron haciéndoles firmar documentos privados por los cuales se obligaba a los afectados a renunciar a su derecho de defensa legal en tribunales locales, regionales, nacionales e internacionales y expresando que eximían a Yanacocha, sus funcionarios y empresas contratistas de responsabilidad alguna en los hechos ocurridos. Actualmente, los reclamos de las poblaciones de Choropampa, San Juan y Magdalena afectadas por el mercurio, según Yanacocha constituyen “un caso superado” pero que recientemente una Corte americana ha acogido.

La exposición a riesgos innecesarios de la población urbana y rural. Por años, la empresa minera sigue desoyendo los reclamos de autoridades y de la población para construir una vía alterna a la ciudad para el transporte de sustancias altamente tóxicas como el cianuro, anfo, mercurio, gas cloro entre otras las que siguen transportándose por vías céntricas de la ciudad y a cualquier horario del día (fin de la primera parte).

 

Difundido en www.servindi.org ,  16 diciembre 2004