A FAVOR DE LA RAZON. LAS LECCIONES DEL QUILISH

P. Marco Arana Zegarra.

Al reclamo de los campesinos que piden la nulidad de la resolución del Ministerio de Energía y Minas que autorizó las exploraciones en el Cerro Quilish, se han sumado todas las autoridades, gremios profesionales, partidos y movimientos políticos, iglesias, universidades, asociaciones vecinales, mesas de concertación, grupos juveniles, y tantas otras. La búsqueda de salidas institucionales queda así demostrada: el problema del Quilish es un problema de licencia social. Un pueblo que conociendo una mina que no tiene suficientes controles ambientales y entiende su inversión social como dádivas para el pueblo o el precio que tiene que pagar a las autoridades e instituciones para que sean permeables y callen, es un pueblo que no tiene confianza y que se ve amenazado. Es un pueblo que exige respeto y que desde una oficina en Lima, no decidan aquello que afectará su vida.

El pueblo se ha unido: se realizan marchas cívicas, se han tomado algunas vías de acceso con pase para cualquier vehículo menos para los de la empresa minera. Se hacen vigilias con cantos y rezos, se encienden velas de esperanza, se hacen decenas de pronunciamientos, en Lima y el mundo miran que Yanacocha no hizo las cosas bien y que el Estado central no se preocupó demasiado por la gente relegada de siempre.

La prensa limeña informa: algunos buscan objetividad y transmiten lo justos que son los reclamos, ven que los campesinos no son una horda de borrachos manipulados como dice la minera y algún alto funcionario público. Otros intentan hacer análisis: es verdad, hay problemas ambientales y sociales, aceptan incluso que la mina tiene un problema de relación con la comunidad (oh! descubrimiento de la inteligencia limeña) pero luego vuelven a su balcón limeño y dicen “Que todo esto ocurra es entendible y justificado. No lo es en cambio, la confluencia de autoridades regionales, congresistas provincianos, ONGs extranjeras y curas locales, interesados en aprovechar la explicable frustración de la población para oponerse, ´por principio´, a la inversión privada, que es lo que ahora está primando en Cajamarca

La unidad de todas las fuerzas sociales y políticas en Cajamarca puede ser una cuestión de cálculo en la agenda política del oportunismo. Eso es verdad. Pero puede ser también, si la responsabilidad de los líderes y la unificación de una agenda lo permite, la gran ocasión que los cajamarquinos tengan para consensuar una agenda básica para abordar la problemática minera. Si la minera ha hecho lo que ha hecho todos estos años, Choropampa incluida; es en parte porque la debilidad de la sociedad y del Estado lo permitieron; por marcos jurídicos nacionales que defienden la estabilidad cuando se trata de la inversión privada y la minería pero no por ejemplo cuando se trata de derechos civiles, sociales y ambientales (el código del medio ambiente ha sido violado repetidas veces, el sistema de gestión ambiental atomizado hasta la ineficiencia), etc. El tema de fondo, lo que revela la crisis del Quilish, está más allá del Quilish. Apunta a qué tipo de Estado y de sociedad queremos construir. Las afirmaciones acerca de la capacidad mesiánica de la inversión privada para generar “desarrollo” (el cual confunden con crecimiento que no es lo mismo) olvidando que la meta de la inversión es el desarrollo humano es una de las tragedias recientes de nuestro país. Si no se aborda en serio, a nivel de las políticas de desarrollo nacional, cuál es el rol de la minería en el desarrollo y la construcción de la democracia, la descentralización y regionalización del país, entonces seguirán los Tambograndes, Las Bambas, Majaz, Tabaconas e Inambaris, Quilish y otros. Echarle la culpa a “curas locales”, ONGs o subversivos, simplemente será cerrar los ojos para no ver cómo la fuerza puede imponerse a la razón. En Lima, tal vez no se den cuenta ni se alarmen sino cuando los campesinos de San Mateo de Huanchor cumplan su amenaza pública: echar los relaves al Rímac para que los limeños se enteren. Es decir, provocar un fenómeno equivalente a Tarata para que Lima despierte. ¿Por Dios, podemos seguir siendo tan irracionales?