MITOS Y RETOS DE LA MODERNA MINERÍA

 

Una de las imágenes que ha proyectado la moderna minería en el Perú es que sus operaciones se realizan con tecnología de punta observando códigos de responsabilidad social y ambiental. Quienes no conocen de cerca en qué consiste la gran minería son presa fácil de esta imagen y terminan convencidos que la moderna minería es una actividad ambientalmente inocua.

La gran minería moderna, como la que practica Minera Yanacocha en Cajamarca, es una minería altamente perjudicial para el ambiente.

 

  1. Las nuevas tecnologías mineras permiten extraer oro microscópico, es decir un oro que es invisible a la vista pero que puede ser recuperado químicamente moviendo diariamente millones de toneladas métricas de suelos. La nueva minería es una minería química que no puede hacerse sin el uso de sustancias altamente tóxicas como el cianuro, gas cloro o nitrato de amonio y sin la remoción de inmensas cantidades de suelo para lo cual debe quemarse mensualmente millones de galones de combustible. Solo Yanacocha remueve más de 600 millones de toneladas métricas de suelo diariamente  y quema más de tres millones de galones de petróleo.

 

  1. Hacia la primera mitad del siglo pasado las empresas mineras no podían extraer cobre con leyes que estuvieran por debajo del 5%. Sin embargo, actualmente, la maquinaria pesada y los procesos de lixiviación en pilas les permite extraer cobre de manera rentable con leyes minerales inferiores al 0.4%  y en el caso del oro con leyes menores a 0.8 grs. por tonelada métrica de roca. Para producir un anillo de tres gramos de oro, se producen tres a cuatro toneladas de desechos de roca.

 

  1. Para atrapar el oro y la plata, una mina moderna como Yanacocha necesita remover miles de hectáreas en la cabecera de tres cuencas hidrográficas importantes: Cajamarquino, Jequetepeque y Llaucano, cuyas poblaciones viven principalmente de actividades agropecuarias. Para ello ha debido volar con anfo  decenas de montañas (voladuras con nitrato de amonio) y desaparecer o contaminar varios cursos de agua (quebradas, riachuelos y manantiales). La consecuencia más visible es que ahora en Cajamarca, varios canales de riego de los campesinos no tienen agua o reciben aguas contaminadas y la empresa debe enfrentar varios conflictos con las comunidades aledañas. Ya en el año 2004, el conocido periodista Gustavo Gorriti había hecho una observación inteligente: “en Cajamarca no hay guerra por el oro, sino por el agua”. Para las empresas mineras lo más importante no es la protección del medio ambiente sino la captura del mayor porcentaje de oro y plata contenida en la roca en invisibles partículas diseminadas en inmensas áreas de suelo.

 

  1. Tal vez la característica más importante de la nueva minería es la fusión de dos industrias: la minera y la química para obtener minerales que antes no existían, porque su extracción no era rentable. Como señala Javier Rodríguez, ecologista del Movimiento Antinuclear de Chubut, Argentina: “Ahora, donde no alcanza el ojo humano llegamos con el compuesto químico y hacemos que el mineral de baja ley sea un buen negocio. En el camino aparecen metales pesados propios de la eutrofización creada por el hombre con esta actividad, como plomo, mercurio, zinc, cadmio, cobre entre muchos otros, además de metaloides como el arsénico, frecuente en la Cordillera de los Andes, movilizados por la acción de las soluciones de cianuro y del ácido sulfúrico, parte de las múltiples sustancias vertidas en los suelos por esta minería… cuanto más baja es la ley del mineral, mayor cantidad de residuos, montañas de escombros que modifican y degradan geografía y hábitat”.

 

La moderna minería no es una minería inocua, las empresas que se dedican a ella y los medios de comunicación debieran transparentar la información relacionada con los impactos ambientales negativos tanto de la vieja minería como también de la moderna minería, como lo ha venido haciendo recientemente El Comercio en el caso de La Oroya. El Estado debiera asumir un compromiso firme con la promoción de actividades económicas sostenibles, y admitir que la minería no es una actividad ambientalmente sostenible, por lo que los permisos de operaciones, las regulaciones y los controles debieran ser estrictos, respetar la opinión de las comunidades que serán impactadas, y allí donde hayan ya actividades mineras instaladas, establecer severos mecanismos de fiscalización ambiental. La sociedad civil, debiera estar mejor informada, promover el surgimiento de una ciudadanía ambientalmente responsable, que a la hora de decidir acerca de la promoción de actividades mineras en sus territorios la población sepa bien ante qué riesgos se enfrentan y participen de las exigencias de controles ambientales transparentes que no la lleven al dilema de los países pobres: aceptar contaminación a cambio de trabajo o beneficios económicos efímeros para pequeños sectores de la población como está ocurriendo actualmente en La Oroya.

 

P. Marco Antonio Arana Zegarra

Premio Nacional de DD.HH. 2004

ONG – GRUFIDES, Cajamarca

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