Barcelona, 12 Julio de 2004
Principios
Las
teologías de la liberación y las teologías del diálogo interreligioso, que
intentan responder al doble desafío del gran número de pobres y del gran número
de religiones en el mundo, han caminado en paralelo, sin apenas dialogo. Durante
los últimos años se ha iniciado una etapa de fecunda colaboración entre ellas,
centrada en el sufrimiento humano y medioambiental como lugar epistemológico,
comprometidas con la liberación de las distintas opresiones por razones de
género, etnia, religión, clase social, y en sintonía con el pensamiento
crítico, los movimientos sociales y las organizaciones de resistencia global.
El
encuentro entre ambas tendencias está dando lugar a una teología interreligiosa
e intercultural de la liberación que no se hace desde la centralidad de una
sola religión o cultura, sino desde el pluralismo cultural y religioso. En la
elaboración de esta teología intervienen las distintas tradiciones religiosas y
espirituales de nuestro tiempo en igualdad de condiciones, con la colaboración
de las disciplinas que se ocupan del estudio de las religiones.
Esta
teología ha de llevar a cabo una crítica de las perversiones en que desembocan
con frecuencia las religiones: fanatismo, fundamentalismo, sexismo,
intolerancia, alianzas con el poder, falta de democracia interna, ausencia de
libertad, trasgresión de los derechos humanos, etc. Debe proponer, a su vez,
una ética liberadora, presente en la mayoría de las tradiciones religiosas y
espirituales de la humanidad, que podemos resumir en los siguientes principios:
1.
Ética de la liberación, en un mundo dominado por múltiples y crecientes
opresiones: ¡Libera al pobre, al oprimido!
2.
Ética de la justicia en un mundo estructuralmente injusto: ¡Actúa con justicia
en las relaciones con tus semejantes y trabaja en la construcción de un orden
internacional justo!
3.
Ética de la gratuidad, en un mundo donde impera el cálculo, el interés, el
beneficio, el negocio: ¡Sé generoso! Todo lo que tienes lo has recibido gratis.
No hagas negocio con lo gratuito.
4.
Ética de la compasión, en un mundo marcado por el dolor y el sufrimiento de las
víctimas: ¡Tren entrañas de misericordia! Con los que sufren. Colabora a
aliviar su sufrimiento.
5.
Ética de la alteridad, de la acogida y de la hospitalidad para con los
extranjeros, los refugiados, los sin-papeles, en un mundo que excluye a los de
fuera: ¡Reconoce, respeta y acoge al otro como otro, como diferente, no como
clon tuyo. La diferencia te enriquece.
6.
Ética de la solidaridad, en un mundo donde impera la endogamia en todos los
campos de la vida y de las agrupaciones humanas: etnia, clase, familia, etc:
¡Sé ciudadano del mundo! ¡Trabaja por u mundo donde quepamos todos y todas!
7.
Ética comunitaria fraterno-sororal, en un mundo patriarcal, donde predomina la
discriminación de género, la violencia de género, la división sexual del
trabajo, la exclusión social de género, la marginación religiosa de género:
¡Colabora en la construcción de una comunidad de hombres y mujeres iguales, no
clónicos!
8.
Ética de la paz, inseparable de la justicia, en un mundo de violencia
estructural causada por la injusticia del sistema: ¡Si quieres la paz, trabaja
por la paz y la justicia a través de la no-violencia activa!
9.
Ética de la vida, de todas las vidas, la de los seres humanos y la de la
naturaleza, que tiene el mismo derecho a la vida que el ser humano; de la vida
de los pobres y oprimidos, que se ve constantemente amenazada: ¡Defiende la
vida de todo ser viviente. Vive y ayuda a vivir!
10.
Ética de la incompatibilidad entre Dios y el dinero, en un mundo donde se
compagina fácilmente la fe en Dios y la adoración a los ídolos, entre ellos al
del mercado: ¡Comparte los bienes! Tu acumulación genera el empobrecimiento de
quienes viven a tu alrededor.
Prácticas liberadoras
Conscientes
de que un diálogo interreligioso de espaldas, en la práctica, al sufrimiento de
las personas y los pueblos del mundo, especialmente el sufrimiento global
derivado de estructuras humanas injustas, sería un diálogo que perdería su
razón de ser.
Conscientes
de que nuestro mundo real está dominado por una globalización insolidaria al
servicio de los dueños de los mercados en el contexto de uno de los mayores
imperios de la historia de la humanidad que controla violentamente las
estructuras económicas, sociales, culturales, políticas y los medios de
comunicación.
Conscientes
de que sería una traición a la vida, a la historia y a nuestras religiones no
asumir en este parlamento un compromiso público a favor de la paz y la
justicia.
Proponemos,
desde nuestro Simposium, las siguientes prácticas liberadoras:
1.-
Consideramos fundamental y prioritaria la exigencia de una democratización de
los organismos mundiales multilaterales, especialmente de las Naciones Unidas,
a todos sus niveles, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Si
esto no es posible con la rapidez que exigen los graves problemas mundiales
existentes, habría que pensar en la creación de otros organismo diferentes de
los existentes y realmente democráticos.
2.-
Las diferentes religiones a las que pertenecemos tienen la obligación ética y
religiosa de democratizar sus estructuras de funcionamiento interno. De lo
contrario no tendrán autoridad moral para exigir democratización a la sociedad.
Ninguna teología ni sistema religioso debe justificar que unas personas actúen
en nombre de otras suplantando la libre voluntad de nadie en nombre de ningún
principio religioso o ético.
3.-
Creemos que este Parlamento de las Religiones y otros movimientos mundiales
interreligiosos deben establecer una estrecha relación con el Foro Social
Mundial de Puerto Alegre y con otros foros alternativos al actual sistema
neoliberal con el fin de construir otro mundo mejor y posible.
4.-
Ante la creciente militarización que genera continuas guerras, exigimos una
apuesta decidida por la paz, inseparable de la justicia, a través del diálogo
interreligioso, la negociación política y la no violencia activa para hacer
posible un mundo sin guerras ni terrorismos de ningún signo.
5.- El
patriarcado es otro obstáculo fundamental en el camino de la paz y la justicia.
Sin la plena igualdad de hombres y mujeres no es posible construir una sociedad
intercultural, interreligiosa y justa. Por ello, las religiones deben luchar
activamente para eliminar el patriarcado dentro y fuera de ellas mismas.