Sur
andino, Navidad 2006
Wauqueypanaykuna,
Queridos amigos,
En estas fiestas navideñas, quisiera animarles a
seguir fieles a Jesús Liberador y a la Iglesia Pueblo de Dios. Muchos de
Ustedes saben lo que me pasó: la expulsión de la prelatura de Ayaviri por el
nuevo Obispo de Sodalicio. El rompió mi contrato de misión pastoral “Fidei
Donum” de 5 años de manera autoritaria y unilateral, sin tomar en cuenta los
otros tres signatarios: mi obispo de Estrasburgo, el CEFAL (Comité Episcopal
Francia América Latina) y el interesado. ¿Por qué? - Porque dije en público que
el pueblo cristiano quechua, después de 500 años de evangelización, merecía
tener un obispo quechua.
El concilio Vaticano II reconoce a los cristianos el
derecho a la libertad de expresión: “Debe reconocerse a los fieles, tanto
clérigos como laicos, la justa libertad de investigación, de pensamiento y de
hacer conocer humilde y valerosamente su manera de ver...” Pero sabemos que a
los nuevos obispos que llegan al sur andino no les gusta mucho el concilio
Vaticano II: Ellos piensan poseer la verdad y quieren imponerla a los demás. Se
creen los dueños y los salvadores de la Iglesia. Esperemos que no sean sus
sepultureros. ¿Y nosotros seremos la nueva Iglesia del silencio?
Hace 33 años, el general Pinochet me expulsó de Chile.
La orden de expulsión decía: ”Es expulsado del país por atentar contra la
seguridad del Estado”. Y ahora estoy expulsado de la prelatura de Ayaviri por
el obispo. ¿ por atentar contra la seguridad o la unidad de la Iglesia? Por el
momento, son más bien los nuevos obispos del sur andino que atentan contra la
unidad de la Iglesia porque no respetan las opciones ni el trabajo pastoral de
90% de los responsables de pastoral que trabajan aquí desde hace muchos años.
Me acuerdo las palabras que he leído en los muros de las cárceles chilenas:
“Pueden cortar todas las flores pero no pueden impedir que vuelva la
primavera”:
¿Qué nos reprochan estos nuevos señores de la
Iglesia, que no son “Misseñores”? De hacer política en vez de evangelizar, de “ideologizar”
en vez de pastorear, en una palabra de ser subversivos. Somos y queremos ser
subversivos, en el sentido etimológico de la palabra: queremos cambiar las
cosas desde abajo. Si Jesús no hubiera sido subversivo en ese sentido – los
sumos sacerdotes le acusaron de sublevar al pueblo – hubiera muerto de viejo en
una cama. La subversión es necesaria en la Iglesia como en la sociedad. Pedro
Casaldaliga contestó a los cardenales Ratzinger y Gandin que le reprocharon de
“revolucionar la Iglesia”: “Si, hay que revolucionar permanentemente nuestra
vida personal por la conversión. Hay que revolucionar permanentemente la
sociedad cualquier sea el sistema o el régimen. Hay que revolucionar
constantemente la Iglesia para que sea siempre más evangélica”. Si la palabra
“revolución” les asusta o les parece pasada de moda, pueden remplazarla por
“cambio”.
La Iglesia o más bien algunos miembros de la
jerarquía me hacen sufrir: La Iglesia me duele. En ese caso, mi primer reflejo
es recentrarme, volver a lo Esencial: El que es Primero: Jesucristo que me
dice: ”Amen a sus enemigos.” No nos dice que no tengamos enemigos porque es
imposible no tenerlos si defendemos la gente del pueblo. Cuesta caro si uno
quiere ser libre y quiere ayudar a la gente a liberarse y a vivir de pie. Mi
segundo reflejo es relativisar. La Iglesia es segundaria o más bien segunda.
Ella está al servicio del Reino de Dios, de la Justicia y de la Fraternidad
entre los hombres. La Iglesia está fundada por Jesús para servir y no para
dominar a los hombres. La Iglesia no es un cuartel ni un wawahuasi, un jardín
de niños para adultos, pero una comunidad de hermanas y hermanos libres y
responsables.
Otra Iglesia, o más bien esta Iglesia otra es
posible y no solo posible, deseable, virtual, sino ella es también real y presente.
La mayoría de los cristianos viven y creen en ella. En la Iglesia hay que
respetar “el derecho a la diferencia, el derecho a la libertad de cada uno, el
derecho a la democracia. La Iglesia debe ser la Voz de los sin-voces, la
Iglesia de los excluidos no de la exclusión” (Mons. Gaillot). Hasta ahora
estuve feliz y orgulloso de pertenecer a la Iglesia en América Latina y sigo
siéndolo. Tenía la gran suerte de vivir la extraordinaria apertura de la
Iglesia al mundo querida por el concilio Vaticano II y su aplicación en América
Latina con la teología y la pastoral de la liberación: “Doy gracias a Dios que
me ha mandado servir a su querido pueblo y doy gracias a ustedes todos que me
han acogido como a un hermano. En medio de Ustedes, de su pueblo y de su Iglesia,
estuve feliz y me sentía en casa”. Así empecé mi homilía en las misas de acción
de gracias y de solidaridad celebradas en Antauta y en la catedral de Ayaviri.
En esta ocasión recibí de parte de responsables pastorales, laicas, laicos,
religiosas y sacerdotes, muchos testimonios de solidaridad y de amistad.
Gracias a todos.
De veras no me di cuenta que tanta gente del pueblo
me estima y me quiere tanto. Mons. Francisco d’Alteroche, mi amigo y anterior
obispo, declaró en este día a una televisión local”: Vivimos hoy un día de
alegría y al mismo tiempo un día de tristeza; alegría por ver y reconocer todo
lo que el padre Francisco ha sembrado durante 33 años en la prelatura de
Ayaviri y en el sur andino. Día de tristeza también porque le vemos salir de Ayaviri
sin que el mismo lo haya querido. Esta decisión viene de arriba y tenemos mucha
dificultad en comprenderla”.
Ahora, ¿qué voy hacer? No lo sé todavía. Pero sé lo
que quiero: seguir sirviendo a mis hermanos, los pobres, en Iglesia. ¿Dónde? ¿Cuándo?
¿Cómo? Emmanuel – Dios con nosotros -, su Espíritu, mis amigos y mi conciencia
me abrirán un camino ...
Feliz
Navidad. Francisco