LA INCIERTA NAVIDAD DEL
PADRE FRANCISCO Por: Wilfredo Ardito Vega (*)
Despacho: Agencia
ADITAL, 24 Dic. 2006.
En estos tiempos, muchas
personas critican a la práctica religiosa como una repetición monótona de
rituales externos, llevados a cabo para complacer a una divinidad punitiva y
arbitraria. En un país como el Perú, esta perspectiva casi mágica de la
religión puede ayudar a las personas a evadirse de sus problemas cotidianos. Sin
embargo, varios episodios recientes nos muestran situaciones muy distintas: el
lunes, los vecinos de Barranquita, en San Martín, encontraron la iglesia de
madera pintarrajeada con amenazas al párroco italiano Mario Bertolini. El
responsable no sería otro que Francisco Pashanasi, el alcalde saliente del
partido aprista, quien a nombre de la municipalidad, declaró hace unas semanas
a Bertolini persona no grata, acusándolo de "divisionista, conflictivo,
proselitista político, agitador y marginador del pueblo y desarrollo
social". En realidad, Bertolini, desde la radio La Voz de
Caynarachi, ha venido apoyando a los campesinos en su lucha por defender sus
tierras de las ambiciones de la empresa Palmas de Espino. La empresa, del grupo
Romero, contaba con el respaldo de Pashanasi, pero éste ha perdido las
elecciones y su sucesor será un dirigente campesino. Las pintas serían una
venganza contra el párroco. El obispo de Yurimaguas, José Luis Astigarraga, ha
respaldado públicamente la labor social de Bertolini, recordando que esas
tierras siempre han sido de los campesinos.
Entretanto, también la semana pasada, el obispo de Cajamarca Carmelo Martínez y
numerosos sacerdotes expresaron su condena e indignación frente a los
operativos de seguimiento y las campañas de difamación contra Marco Arana y
otros dos sacerdotes (RP 111, 122, 124). Los sacerdotes y el obispo exigieron
también una profunda investigación y "sanciones ejemplares a los autores
materiales e intelectuales de actos que van en defensa de la vida y del medio
ambiente". La referencia a los autores intelectuales es interesante,
porque según el diario La República, detrás de estos hechos estarían las empresas
Forza y/o Yanacocha. Hace algunos meses,
los sacerdotes cajamarquinos suscribieron otro pronunciamiento citando a Juan
Pablo II, cuando advertía preocupado: "Las razones de producción
prevalecen a menudo sobre la dignidad del trabajador, y los intereses
económicos se anteponen al bien de cada persona, o incluso al de poblaciones
enteras".
Ahora bien, en otros lugares del Perú, es más difícil para un sacerdote
mantener su compromiso con los más pobres: el pasado lunes, en la Biblioteca
Nacional la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos otorgó un reconocimiento
especial a Francisco Frisch, quien después de 35 años al servicio de los
derechos humanos en Puno debe retirarse por decisión del nuevo obispo de
Ayaviri.
La partida de Frisch se une otros traslados no deseados y a la renuncia de
cinco sacerdotes que enseñaban en el seminario de Juli. Los nuevos obispos de
Juli y Ayaviri perciben que en las últimas décadas, la Iglesia del Sur Andino,
tan comprometida con los derechos de los campesinos, desde la lucha por la
tierra hasta el enfrentamiento con los grupos subversivos, no ha desarrollado
un trabajo evangelizador, sino más bien político. Ambos jerarcas sostienen que
ni la gobernabilidad de la región, ni el seguimiento a las recomendaciones de
la Comisión de la Verdad ni el acompañamiento a las rondas campesinas (ya no
digamos el pronunciamiento de sus predecesores sobre el TLC) son acciones que
le correspondan a la Iglesia. En este panorama, los dos principales
organismos de derechos humanos de la región, las Vicarías de Solidaridad de
Juli y Ayaviri, corren el peligro de ser desmantelados en cualquier momento.
No queremos señalar, sin embargo, que los nuevos obispos sean insensibles hacia
la pobreza lacerante de sus diócesis. La diferencia estriba es si la pobreza
debe ser atendida sólo mediante actos caritativos (que en realidad buena falta
nos haría practicarlos a los peruanos) o fomentando en los pobres la toma de conciencia
sobre sus derechos. Este último enfoque es el que corresponde a la Teología de
la Liberación, cuyo principal referente peruano ha sido Gustavo Gutiérrez. Precisamente,
el 1º de septiembre la Conferencia Episcopal anunció que, según la Congregación
para la Doctrina de la Fe, no existen objeciones teológicas o pastorales a las
enseñanzas de Gutiérrez. Sin embargo, los medios de comunicación evitaron
difundir este pronunciamiento, porque, claro, quienes tienen poder no desean
admitir que la pobreza es un pecado social o que los pobres tienen derecho a
luchar por su liberación.
Esperemos que el ejemplo de los obispos de Cajamarca y Yurimaguas ayude a
reflexionar a sus colegas de Juli y Ayaviri, pero el ánimo de los sacerdotes y
religiosas que trabajan en el Sur Andino parece mas bien representado por el mensaje
navideño del Padre Frisch que adjuntamos. En medio del periodo más consumista
del año, hacemos llegar nuestra solidaridad a todos aquellos que creen que
Jesús no vino al mundo para ser recordado en una celebración de ostentación y
de opulencia, sino para ayudarnos a construir una sociedad más justa y más
humana.
(*) Abogado, responsable
de derechos económicos, sociales y culturales de Aprodeh.